Betina Schnaid es una artista brasileña.
Betina me dijo un día: “mis obras cansan y no están hechas para la gente, son más bien producidas para empresas, para lugares de paso”. Seguidamente, esta artista brasileña trotamundos afincada en Jerusalén, me comentó desde su sonrisa y humildad, que la habían elegido para representar a Israel en la Bienal Internacional de Londres que acaba de celebrarse.
[flickrset id=»72157632827059247″ thumbnail=»square» overlay=»true» size=»medium»]
Ella comenta que: “no solo representa a Israel sino una nueva vida en un nuevo país y un viejo sueño convertido en realidad”.
Estaréis conmigo que sorprende que un pueblo tan orgulloso de su gente como el de Israel escoja a una brasileña para que les represente en semejante evento, llevando poquísimo tiempo viviendo en Israel.
Disfrutando algunas de las obras de Betina, me han venido recuerdos no tan lejanos de paseos medio infinitos por el Belvedere austríaco donde muchas obras de Schiele y Kokoschka, protagonistas desde hace decenas de años (junto a Klimt), descansan y emanan aquel expresionismo austríaco aprisionado por la nostalgia.
Sin embargo sí que encuentro ese toque no alcanzado de melancolía y exaltación por la electricidad de las “expresiones” de Betina porque nos transmite otros sentimientos aparte de la añoranza, de hecho nos compromete a sumergirnos en su mundo de algarabía y ajetreo.
Los colores elegidos no son prueba del azar, son signo de genialidad porque te sientes embriagado con tanta majestuosidad ya que consigue mezclar la paz con la celeridad y la pausa con el movimiento.
En el Embarque, debajo de los cielos histriónicos las caras de los protagonistas no sonríen. Se van. Nos dejan porque están precisamente haciendo lo que se hace en un Embarque, embarcando.
Están tristes y no parece que se vayan a un sitio mejor, creo que huyen. Huyen del infierno de una guerra y excepto uno que fuma un cigarro pensando en sus cosas, los demás nos miran y nos hacen sentir protagonistas y hasta cierto punto culpables de su desdicha mediante sus miradas perdidas y bocas rasgadas.
Sus cuerpos son flanes, están medio derretidos y sus caras son difíciles de entender aunque seguro que no sonríen, están sin estar, elementos que Macke nos acostumbró demasiado bien.
No me extraña nada que en la Bienal Internacional de Londres, de los 140 artistas que expusieron de más de 40 países, Betina recibiera uno de los cinco premios al Mérito Artístico y Betina, sigue sonriendo.
La obra gráfica de Francis Bacon en la galería Marlborough Siguiente Post:
«Explorando el trazo» Galería Marlborough Barcelona