En las creaciones del artista Paco Díaz (Madrid) se establece un murmullo global de admiración tanto estética como conceptual. Es frecuente sentir el síndrome de Stendhal ante uno de los finalistas del premio BMW de pintura 2019. Paco Díaz entremezcla con maestría escenarios reales con inexistentes generando una hermosa alegoría presente en cada una de las obras que engloban el grueso de su trabajo. De ciencia, de trascendencia y de arte:
PAC -¿Ciencia y teología, o teología contra ciencia?
Paco Díaz -Isaac Newton y Andrea Pozzo nacieron en 1642, con apenas un mes de diferencia. Justo cuando el inglés escribía su famosa Ley de la gravitación universal, el padre Pozzo, en la bóveda de la iglesia de San Ignacio de Roma, realizó su fresco más famoso. En esa bóveda pintó un enjambre de cuerpos que se elevan superando las limitaciones que establecía Newton. La misión de esos cuerpos que flotan sobre nosotros no era otra que la de expandir el nombre de Dios por el mundo. Mucho esfuerzo por una palabra de cuatro letras.
PAC -¿Crees qué el arte establece un paralelismo conceptual entre la ciencia y el ser humano?
Paco Díaz -La ciencia y el arte son dos maneras de explicarnos a nosotros mismo y todo aquello que nos rodea. La ciencia busca la verdad, el arte en muchas ocasiones hace creíble lo imposible.
PAC -En cierto modo ¿podríamos hablar de una necesidad vital de complementar?
Paco Díaz -La ciencia es una gran torre en constante crecimiento en donde los conocimientos se van superponiendo de forma ordenada. Vas subiendo, siempre hacía arriba, en algunas ocasiones hay que reforzar los pilares e incluso sustituir alguno, pero a la larga la torre siempre muestra un aspecto sólido y limpio.
En el arte también se puede hablar de evolución, de modificaciones, pero en otro sentido. Lo que se hizo hace mil, quinientos o cien años, nos puede emocionar o motivar más que lo hecho durante la última década. No hay una escalera que nos lleve al cielo. La historia del arte es el cielo, un cielo caótico en donde abunda la nada, el polvo interplanetario. Y luego están los cometas, meteoritos, satélites, planetas, estrellas de distintos tipos, constelaciones y agujeros negros. Miramos al cielo y nos dejamos atrapar por el brillo de las estrellas, pero también por lo que las rodea, el espacio negro que por contraste las hace brillar. Y queremos escapar de la gravedad terrestre. Viajar.
PAC -Podríamos considerar entonces que el arte se sirve en ciertos aspectos de la ciencia para así, lograr una conexión más real con el espectador. Pero entonces, ¿la ciencia en el arte podría considerarse una verdad absoluta e inalterable?
Paco Díaz -Cuando entramos en la iglesia de San Ignacio nos hipnotiza el efecto envolvente de la quadratura. Y cuando vemos La guerra de las galaxias sabemos que todo lo que ocurre es completamente cierto, al menos, mientras dura la película. La obra de Pozzo y la película de Lucas siguen fascinando muchos años después de ser creadas porque cada vez que nos situamos ante ellas, o mejor, envueltos por ellas, nos hacen viajar fuera de nuestro mundo, de la realidad supeditada a las leyes de Newton y nos transporta a otra dimensión. Con la tecnología que había disponible en el XVII y en los años setenta del siglo XX, Pozzo y Lucas crean mundos con sus propias reglas y que trascienden. En el caso de Lucas se puede hablar casi de una religión, con su santoral propio, dogmas, lugares sagrados, verdades reveladas, profecías. En las dos obras el fuego y la luz son fundamentales.
PAC -¿Cómo influyen estos conceptos en tu obra?
Paco Díaz -En la serie fotográfica Celosías, que comencé a realizar hace unos años, aparecen en primer plano puertas de mausoleos de los cementerios Père Lachaise y Montparnasse de París. A través de las rejas se ve la luz que entra al interior del mausoleo a través de la ventana que hay en la parte posterior de este tipo de construcciones. Es una modesta traslación de las grandes escenografías barrocas. Y surgen los tópicos sobre la luz, sobre lo material y lo espiritual, sobre el paso del tiempo, lo efímero y lo eterno. Lo que queda y lo que desaparece. Creo que esa idea es el hilo conductor de lo que hago.
PAC -El hecho de la utilización de mausoleos en tu serie «Celosías» me hace preguntarme si existe también cierta relación en tu obra con lo «divino» o «sagrado»; y en ese caso, ¿dónde queda la ciencia?
Paco Díaz -Soy un ateo convencido, no tengo la suficiente imaginación para pensar que exista una deidad suprema y sin embargo, gran parte de las obras de arte que más me conmueven están relacionadas con la religión o con la búsqueda de lo espiritual, de lo sagrado, de lo trascendente. Desde las antífonas de Hildegard Von Bingen hasta el Réquiem de Fauré o el minimalismo sacro de Górecki o Pärt. De la Magdalena penitente de Pedro de Mena a los grandes formatos de Rothko o los vídeos de Viola.
PAC -El Arte Contemporáneo de los últimos tiempos tiene la mayoría de las veces muy poco de «Sagrado2, todo lo que se asocia a «divinidad» remite inconscientemente a tiempos pasados. ¿No encaja lo «trascendental»en este siglo?
Paco Díaz -Quizás por eso, el arte que se hace ahora me interesa menos, porque después de tantos años de degradar lo sagrado, satirizarlo, de trivializar lo espiritual, de huir de todo aquello, o casi peor, de ignorarlo como si nunca hubiese existido, es difícil encontrar obras en donde la idea de trascendencia aparezca de alguna forma, aunque sea asomando tímidamente la patita. El contexto y el contenedor en numerosas ocasiones no ayudan en la búsqueda. Cuando deambulas por los pasillos de las grandes ferias, no resulta extraño que te venga a la cabeza la frase de Schumpeter: “La bolsa de valores es un pobre sustituto para el Santo Grial”.
PAC -¿Qué suponen para tí las nuevas «corrientes» en los conceptos artísticos que están presentes hoy en la inmensa mayoría de obras?
Paco Díaz -En realidad me gustan muchas piezas que descubro en los distintos contenedores de arte o en las redes que sigo, pero me atraen sin emoción ni tensión. Son obras agradables según los parámetros de lo que ahora entendemos como algo de buen gusto y que van cambiando de lustro en lustro. Juegos formales, trabajos bien compuestos, realizados con la pericia del artesano avezado, muchas veces con técnicas no asociadas con las utilizadas tradicionalmente por los artistas y que tienen un encanto burbujeante. Me gustaría tenerlos en mi casa, colgados de las paredes o apoyarlos en el suelo. Y cuando son de grandes dimensiones, deambular delante de ellos, rodearlos. Es la mirada del decorador o del escenógrafo que de alguna manera todos tenemos. En ocasiones, hay piezas que me sorprenden, pero suelen ser aquellas en las que se podría aplicar la frase “más difícil todavía”, como si estuviésemos en un circo. Tras la sorpresa inicial, la obra se olvida porque parece que su único fin era estallar como fuegos artificiales: deslumbrar por un instante, hacer mucho ruido, sin peligro y luego desaparecer. También hay obras chiste: te hacen gracia cuando las descubres, pero cuando el chiste se repite una y otra vez llega el aburrimiento, el hartazgo.
PAC -¿Estamos aniquilando lo «trascendental» por completo?
Paco Díaz -Entre los artistas que empezaron a trabajar en los noventa o más tarde, creo que Olafur Eliasson es uno de los pocos en donde encuentro ese sentido de trascendencia que antes me resultaba más fácil descubrir. A lo mejor el problema es mío, que ya no sé ver. En una obra de Donald Judd ví el infinito y en un jarrón con flores de Fantin-Latour, la historia de la humanidad. Ahora veo mucho menos.
PAC -En tu trabajo artístico, en este caso, en el fotográfico, ¿está presente?
Paco Díaz -En mis series fotográficas suelo jugar a dar la vuelta a la idea de la fotografía como testigo fiel de un momento determinado. A veces lo hago de forma sutil, otras, el resultado final es a todas luces un montaje imposible de encontrar en el mundo real. Una impostura, como pasa con la serie Migraciones, en donde numerosas casas flotan sobre una ciudad. En un par de ocasiones, se han acercado personas en la inauguración de una exposición que me preguntaban sorprendidos cómo había conseguido que los hilos que sujetaban las casas no se notasen en la fotografía. La fotografía como acto de fe.
PAC -¿La fotografía como acto de fe?
Paco Díaz -Lo que se ve, al contrario de lo que ocurre en la pintura, tiene que ser real. Y sin embargo, desde el minuto cero, la fotografía apostó por echar por tierra lo que en principio era su principal atributo: la veracidad. A mediados del XIX, Oscar Gustav Rejlander jugaba con la superposición de imágenes para crear mosaicos, fotomontajes que sorprendían a la sociedad victoriana al emular de forma convincente la gran pintura de historia. Su obra más emblemática, Los dos caminos de la vida combinaba 32 negativos distintos para crear una imagen única. Una mentira. O una verdad diferente. Como lo sería la foto Muerte de un miliciano, de Robert Capa, una de las imágenes del siglo XX, en donde lo único que está claro es que el personaje retratado como miliciano estaba actuando cuando parecía que le había golpeado una bala. No está claro dónde, ni quién hizo la foto (Gerda Taro o Friedmann Endre Ernö), ni la identidad del miliciano. Lo dicho, imposturas, engaños o quizás, otras verdades. Lo que es indudable es que la imagen es fascinante y que todas las dudas que la barnizan la hacen literaria. Imagen necesitada de una novela o al menos de un cuento largo.
PAC -¿Existe la necesidad de crear saltándose las normas de lo real? En cierto modo, ¿necesitamos la ciencia pero también necesitamos lo «trascendental»?
Paco Díaz -Nos creemos, aunque sea solo durante un par de horas, lo que les ocurre a Han Solo, a Luke Skywalker, a la princesa Leia y a Darth Vader en sus viajes a la velocidad de la luz, nos fascinan las batallas entre naves y cruceros espaciales, las explosiones en el espacio, los duelos con espadas láser, aunque tengamos la seguridad de que lo que está sucediendo no se sostiene desde un punto de vista científico. Mientras lo vemos todo es verdad.
Estamos dispuestos a que nos mientan siempre y cuando la mentira sea atractiva, esté bien construida, que sus apoyos sean sólidos. Y si la mentira es de inmensas proporciones por su tamaño y su belleza, más estaremos dispuestos a dejarnos arrastrar por ella.
PAC -La materia orgánica se pudre, los metales se oxidan y el viento y la lluvia erosionan la piedra. Todo desaparece, pero nos queda la luz, el espíritu, lo que se eleva y trasciende. Un relato y quizás una verdad. O un cuento. Y a casi todos nos gusta o nos ha gustado en algún momento de nuestras vidas que nos cuenten cuentos.
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