“A cheap holiday in other people’s misery.”
Sex Pistols
Hace casi 30 años, la banda británica Sex Pistols hacía referencia en su éxito “Holiday in the sun” a una práctica habitual en el sector turístico internacional, la total pasividad y apatía hacia la situación social o política del lugar que se ofertaba para las vacaciones soñadas.

En las últimas décadas estas “vacaciones en la miseria de otros” han degenerado en otras prácticas más siniestras, en las que no solo no importa la situación de la población autóctona, sino que busca acercarse a sitios donde han sufrido, lugares marcados por la violencia y en los que el peligro o la muerte están acechando en cada esquina.
Este turismo negro u oscuro, como lo nombraron Malcolm Foley y John Lennon en su ensayo “Dark Tourism” (1996), disfruta al acercarse a lugares marcados por el terrorismo, la tragedia y la muerte. Adictos a la adrenalina y el morbo, de manera extrema, gozan en espacios donde los hechos violentos se suceden de manera continuada, en los que puedan apreciar rastros de balas en los muros, manchas de sangre de un genocidio a una etnia, prostitutas forzadas por las mafias de la trata de personas o en espacios donde se comercializan ingentes cantidades de droga. Todo exceso que se les ocurra puede ser satisfecho, incluyendo conocer a testigos de hechos violentos o familiares de víctimas de esa violencia.
Los partidarios de estas prácticas turísticas oscuras las defienden por su convicción de que son métodos para comprender mejor la historia y los conflictos bélicos, teniendo la oportunidad de acercarse a ellos sin tabúes y con el añadido de poder desafiar sus miedos y prejuicios. Pero, a estos amantes de la “curiosidad histórica”, se ha añadido recientemente un nuevo perfil que tiene como origen el auge de las redes sociales y la obsesión por obtener likes, ganar seguidores y publicitarse en la red.
Algunas de estas nuevas estrellas mediáticas –youtubers e influencers- utilizan estas prácticas turísticas como una manera de revalorizar su hombría, perpetuando así una masculinidad tóxica en la que se premia usar la violencia para imponerse, así como la bravuconería, competitividad y el desprecio sistemático por toda persona que crea inferior.
Es fácil encontrar imágenes o vídeos donde sus protagonistas, siempre haciendo gala de la estupidez propia de la postmodernidad, aparecen retratados en estos escenarios con el simple propósito de poder decir “Soy más hombre que Tú porque Yo estuve allí”.
Esta necesidad de reafirmación de conductas masculinas obsoletas hace necesario reflexionar sobre el devenir de la sociedad y lo que podemos hacer para contrarrestar estos hábitos, en los que la falta de reflexión, empatía, respeto y responsabilidad sobresalen. Más aún, cuando los destinatarios de todas estas acciones son jóvenes que están aún en proceso de construir su identidad.
“Tenemos que dejar de criar a los niños para que piensen que necesitan demostrar su masculinidad siendo controladores o no mostrando emoción o no siendo niñas”, estas palabras de la escritora feminista Gloria Steinem, en una entrevista para No Safe Place: Violence Against Women, son más oportunas que nunca y nos ofrecen un punto de partida para romper con roles estereotipados de género.
Esta condición de perpetuar clichés caducos se mezcla con la vanidad, soberbia e incluso la frivolidad, término que ha estado ligado tradicionalmente a la figura femenina para cuestionar la dudosa moral de las mujeres a las que se atribuía y que en contadas ocasiones remite de forma directa a una figura masculina. En este caso, protagonista principal de estas acciones, en las que lejos de mostrar una implicación personal con la problemática existente, se realizan prácticas propias de sociópatas, donde el sujeto llega a frivolizar al extremo con el dolor ajeno preocupado únicamente en sumar seguidores, likes y comentarios a su hazaña.
El caso más conocido fue el del youtuber y estrella estadounidense Logan Paul que durante su “video visita” al bosque de Aokigahara, ubicado a los pies del monte Fuji en Japón, no tuvo reparos para grabar el cadáver de un suicida. Logan Paul y su grupo se filmó acercándose al cuerpo, lo mostró en varios primeros planos (difuminando el rostro). La muestra indiscutible de la frivolidad y egocentrismo de Logan queda reflejada, de forma incuestionable, cuando en la grabación se escucha a un miembro del grupo diciendo que «no se siente bien haciendo eso” a lo que Paul contesta riéndose «¿Qué? ¿Nunca te has parado al lado de un tipo muerto?”.
Ante esta exhibición de testosterona malintencionada, es oportuno recordar una cita de la activista Bell Hooks en su libro The will to change: men, masculinity and love (2004): “La crisis que enfrentan los hombres no es la crisis de la masculinidad, es la crisis de la masculinidad patriarcal. Mientras no aclaremos esta distinción, los varones seguirán temiendo que cualquier crítica del patriarcado represente una amenaza”.
Teniendo todas estas premisas presentes, los artistas Omar Jerez y Julia Martínez abordan en el proyecto Terror Fashion Week un ejercicio crítico y sin anestesia a estas nuevas prácticas sociales en las que se utilizan las desgracias, el dolor y la muerte de otros, para escalar virtualmente y de este modo lucrarse sin escrúpulos.
Terror Fashion Week traslada una sesión de moda de alto nivel a una de las ciudades más peligrosas del Estado mexicano –Celaya-, una urbe aparentemente apacible y pintoresca en la que, como afirman los artistas, “No sientes la amenaza ni ves el peligro, pero sabes que está ahí”, una frase muy acertada puesto que basta con acercarse a las noticias locales para entender la difícil realidad de sus habitantes, ante la interminable ola de robos, secuestros y asesinatos que asolan la ciudad.
Las fotografías resultantes del proyecto son la editorial de moda perfecta. Imágenes que mezclan una exquisitez estética abrumadora, la superficialidad asociada a la Alta Costura -en este caso representada por modelos masculinos-, la crítica al abandono colectivo de los lugares sin ley, así como la censura a la desidia y egoísmo de los creadores de contenido digital que solo piensan en sobresalir.
Omar Jerez y Julia Martínez comienzan su alianza artística hace casi una década. Durante este tiempo han recorrido el mundo realizando valientes acciones performativas, en las que prima la denuncia social e interpelan a la reflexión por parte de la comunidad internacional. Trabajos como “Il Corriere della Camorra” (2015) en el epicentro de la Mafia napolitana, “Armas de destrucción pasiva” (2015) realizada en Ciudad Juárez frente a asesinos de mujeres o “Happy Happy Kim Jong–Meal” en la frontera entre Corea del Norte y Corea del Sur, son solo una pequeña muestra.
Artistas: Julia Martínez y Omar Jerez
Comisariado: Sara Torres Sifón
Fechas: Del 29 de julio al 29 de agosto de 2021
Lugar: Museo de la Ciudad, Querétaro – México
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