La galería Javier Silva acoge el último trabajo de Cristina R. Vecino, una artista cuya obra ya visitó la galería en diálogo con María Tinaut y que ahora ha retornado en solitario para presentar un proyecto que comenzó revisando su archivo fotográfico de los últimos años, seleccionando fotografías desde una nueva mirada, descubriendo que revisar el archivo permite aprender, cuestionar y entender más aspectos del propio trabajo.
A medida que seleccionaba, agrupaba, eliminaba e imprimía algunas imágenes en formato pequeño, Cristina se familiarizó de nuevo con las fotografías y entendió un nexo común en muchas de ellas: el vacío. Comenzó a cuestionar su naturaleza, forma y límites y a entenderlo como un elemento dinámico y activo donde se transforman las cosas. Una zona, un lugar, difícil de definir. En sus propias palabras, «Lejos de esa incomodidad, ese espacio imaginario llegó a convertirse en profundidad, en un lugar anhelado y utópico fuera de la superficie o dentro de ella. El espacio vacío como límite entre lo que podría ocurrir y lo que ya no será. Un lugar en el que sumergirse».
Roberto Ruiz Antúnez, que firma la hoja de sala de la exposición, nos explica: “Cristina R. Vecino muestra que hay dos formas de vacío, tres senderos por los que la luz viaja, cuatro o cinco maneras de morir en un bosque, muchas formas de resucitar (pájaros) en un encuadre y que no tenga nada que ver el amor en todo ello. Detrás de un ‘clic’ hay un mundo pensado, la condensación de su ‘yo’ en la lente y que descontextualiza el objeto y lo deja desnudo flotando sobre el vacío, desposeído de sentido pero paradójicamente dotado de verdad. Y es en ese punto cuando aparece el miedo y la certeza de arrancarse los significados de la mirada para quedarse en las inmediaciones del blanco y negro y sentir como el vacío respira solo por un pulmón. Cristina altera premeditada las imágenes que en su conciencia arden y mete la mano en el río colectivo de nuestra mirada, su caudal es la luz sobrante del pasado que viene al presente para aprovisionarse de instantes y provocar fugaces disturbios en el futuro.
El vacío y su paradoja. Somos tres cuartas partes de agua y pura contradicción bajo la soledad de un mundo binario: materia/antimateria, vida/muerte, todo/nada, ocupación y desocupación del espacio, la horizontalidad o la verticalidad como formas de insurgencia. Las imágenes se suceden y no cabe otra salida que abrazarse a las paredes del laberinto anegado, para oír por última vez el balbuceo trágico de lo inerte y después dinamitar los diques de contención cuando el diluvio arrecie.
Decía John Berger que «en cada acto de mirar hay una expectativa de significado», pues ella viene a subvertir el orden establecido, retratando lo que jamás fue: el frío interludio de esa expectativa. Es el tiempo de la belleza en sí misma. Un nuevo ‘clic’ y otro mundo, y otro y otro (…) donde salta por los aires el principio de causalidad, donde todo es un largo y hermoso pretérito imperfecto”.
Fechas: Hasta el 13 de enero de 2017
Lugar: Galería Javier Silva, Valladolid