El espacio On Art Space acoge la exposición colectiva Espejos velados, un proyecto curatorial de Óscar Manrique, que cuenta con obras de Adrián Goma, Chefer Cúneo, Raquel Algaba y David Gómez Gómez.

A continuación podéis leer el texto del comisario de la exposición:
Lo mítico es una sustancia poderosa que persiste en la actualidad histórica de las imágenes. La fascinación por las leyendas y reliquias de antaño parece no agotarse pese a la tendencia actual de romper con todo aquello que entraña un sentido normativo y racional de lo existente. Son las palabras primitivas a las que eternamente retornamos y que siguen hablando de los dilemas que inquietan al espíritu humano, una fuente inagotable donde a lo largo del tiempo hemos proyectado nuestros deseos, anhelos e incluso nuestros miedos de manera casi irracional.
Espejos velados es una muestra con una visión transcendental del tiempo, casi como si estuviera concebida bajo la atenta tutela de un alquimista que busca el verdadero nombre de las cosas a través de un encriptado lenguaje de símbolos: los objetos y las esculturas religiosas de David Gómez, radiografiadas para evidenciar su mundana fisicidad a la que engañados hemos sucumbido durante siglos; las reliquias – reales o ficticias – que vemos en el díptico de Adrián Goma y que una vez trastocada su esencia se prestan a sus sinuosos juegos manieristas; los mitos «desmitificados» sobre Ulises y las sirenas en el trabajo de Raquel Algaba o en el Edén conformado por las piezas de Chefer, ambos partiendo de una antigüedad revivida y reactualizada por la magia de la plástica más moderna.

Sin duda, lo que más atrae a quienes participan de esta esfera de la creación artística es el sentido metafórico de unas pasiones eternas, la pervivencia de aquellas imágenes que siguen influenciando el carácter humano a pesar de que poco poder tengan ya detrás. Son estos demiurgos de la imagen, reformuladores y reconstructores de la propia historia del arte, los que otorgan al tema ya creado nuevas posibilidades de existencia al incorporarlos como elementos de juego en sus universos particulares. Todas estas obras comparten un mismo rasgo, su atemporalidad, pues son imágenes supervivientes en tanto y cuanto que, habiendo perdido el tema su valor o significado inicial, regresan, como fantasmas, demostrando su latencia, su tenacidad y su «adherencia antropológica». Se necesita un tacto muy especial por parte del artista para manipular el pathos de una imagen.

Es un proceso de resignificación al que se somete tanto sus elementos compositivos como conceptuales para conseguir en el individuo la vivencia de percibir como nuevo algo ya conocido. Esta interpretación ha de hacerse además con cierta cautela, pues aún no sabemos hasta qué punto la alegoría y el «simbolismo disfrazado» han sido capaces de adueñarse de la representación visual, aunque sea en sus elementos más discretos y triviales. Es un punto en el que lo divino se digna a bajar a la tierra para trastocar y perturbar el mundo de los humanos y, por ese motivo, el conocimiento que de estas obras puede manar ha de ser siempre fruto de una conquista y nunca una herencia. El auténtico artista debe ser capaz de hacer visible lo invisible, de comprender la complejidad de realidades más profundas y de concedernos las armas necesarias para derribar las certezas que nos impone la mirada. Pues el arte no hace la verdad ni tampoco puede expresarla, tan solo puede jugar, tender los velos que hacen posible el pensamiento y evidenciar los mundos ocultos que se esconden detrás.

Fechas: Hasta el 22 de abril de 2023
Lugar: On Art Space, Madrid