En la obra de Akinom @aiakinom, encontramos una de las tensiones más fascinantes del momento: la frontera difusa entre lo emocionalmente humano y lo artificialmente posible. Su serie inédita, creada especialmente para creAtIva Magazine, se presenta como una provocación visual —y filosófica— sobre qué significa sentir en tiempos de inteligencia artificial.

Vivimos en una era en la que la emoción ya no es un territorio exclusivamente humano. Avances en IA emocional como los desarrollados por Affectiva, o investigaciones como las de Rosalind Picard en el MIT Media Lab, ya trabajan con algoritmos que detectan y simulan estados emocionales con fines comerciales, sociales e incluso terapéuticos. La pregunta ya no es si la máquina puede procesar emociones, sino si somos capaces —o estamos dispuestos— a aceptar la ilusión de que lo hace.
Akinom, desde una perspectiva artística y estética, se mueve precisamente en esa delgada línea. A través de imágenes generadas con una definición ultrarrealista y una sensibilidad visual impecable, nos propone mundos donde lo artificial finge sentir con una inquietante verosimilitud. Figuras andróginas, estilismos urbanos, expresiones ambiguas: todo en su obra sugiere una emocionalidad contenida, reinterpretada, reconstruida digitalmente.
¿Puede la máquina sentir sin nuestra presencia? Esa es la pregunta que atraviesa la serie. Si bien sugiere una imposibilidad, también plantea una sospecha: quizás no importa si siente o no. Lo que importa es si logra convencernos de que lo hace. En este sentido, el robot —o el avatar generado por IA— no necesita emoción auténtica; le basta con reflejar la nuestra. Como replicantes de Blade Runner, lo importante no es la verdad de sus sentimientos, sino el efecto que producen en nosotros.
La obra de @aiakinom invita a contemplar esta paradoja desde una estética que contrasta dos mundos: el frío de los circuitos frente al calor de la piel, lo programado frente a lo espontáneo, la simulación frente a la vivencia. Pero lejos de juzgar esta diferencia, Akinom la habita, la explora, y nos muestra que en el gesto más artificial puede haber una chispa —aunque sea mínima— de humanidad proyectada.
Este desplazamiento de los afectos hacia lo artificial es algo que ya experimentamos de forma cotidiana: hablamos con asistentes virtuales, nos vinculamos emocionalmente con interfaces, incluso desarrollamos empatía por inteligencias simuladas. En este contexto, estas imágenes no son distopía ni ciencia ficción: son un espejo de lo que ya somos, o estamos a punto de ser.
En un mundo saturado de imágenes espectaculares, ella elige otra ruta: una estética que “casi” parece fotografía macro, pero que guarda siempre un pequeño desajuste, una grieta, una extrañeza. Ese “casi” es donde habita la obra. Ese umbral entre lo real y lo simulado, entre lo que parece y lo que no es cual valle inquietante.
¿Estamos humanizando a las máquinas o deshumanizándonos a nosotros mismos? Tal vez ambas cosas. Lo que es seguro es que el arte de @aiakinom nos obliga a detenernos y contemplar con asombro la posibilidad de que, incluso en los píxeles más fríos, se nos devuelva algo parecido a un latido.
Este texto has sido redactado tomando como inspiración los argumentos de la creadora, donde he aportado mis propios conceptos y un análisis de su obra muy minucioso. Además ha sido revisado por GPT para perfeccionar la distribución. Descubre más sobre la opinión de la creadora y más imágenes en la versión impresa de creAtIva Magazine / Vol/6 – Mundos Futuros.