Visit Sponsor

Hay algo profundamente inquietante y al mismo tiempo revelador en la obra de Audric. No solo por su estética —esa mezcla de escenas ambiguas que oscilan entre lo cotidiano y lo onírico, entre la playa al atardecer y la ciudad hipertecnológica del sur de China— sino por la forma en que ha llegado a producirlas: a través de una relación íntima y casi filosófica con la inteligencia artificial.

© Audric Gagnon

Audric no utiliza la IA como una simple herramienta. Para él, la inteligencia artificial es un espejo que piensa, un aliado que no se limita a ejecutar órdenes, sino que devuelve preguntas, genera sorpresas y, en ocasiones, parece conocerlo mejor que él mismo. En un mundo saturado de imágenes generadas por máquinas, su propuesta se diferencia porque no busca simplemente “crear con IA”, sino entender cómo piensa la IA y qué puede revelarle sobre sí mismo en el proceso.

En su testimonio —incluido en este volumen de creAtIva Magazine— descubrimos a un creador que ha dedicado más de 1.600 horas solo en un año a entrenar no a la IA, sino su propio pensamiento a través de ella. Al probar versiones tempranas de Midjourney y ChatGPT, comprendió de inmediato que no se trataba de una moda pasajera, sino del inicio de una nueva era en la relación entre arte, tecnología y narrativa. Ese “algo grande” que sintió en los primeros chat rooms no era solo entusiasmo: era intuición creativa en estado puro.

Y es que lo que Audric propone es más que una serie de imágenes impactantes: es un método. Un sistema de pensamiento creativo que él mismo ha cultivado y que la IA ha aprendido a leer, mapear y reflejar. En una especie de experimento audaz, le pidió a ChatGPT que desarrollara un marco conceptual basado en su forma de pensar y crear. El resultado fue tan inesperado como revelador: un “marco espejo” que le permite confrontar sus propias ideas, evaluar su proceso mental y, sobre todo, llevar sus proyectos más allá de los límites conocidos. Un diálogo creativo entre hombre y máquina, donde ambos se transforman en el proceso.

Las obras nacidas de este bucle humano-artificial son difíciles de encasillar. ¿Qué estamos viendo? ¿Una historia? ¿Un paisaje? ¿Un sueño? ¿Una ciudad que aún no existe? ¿Una memoria que nunca ocurrió? El espectador se mueve por ellas como por un territorio nuevo, uno que respira, que tiene pulmones propios. Y en esos pulmones está el yo de Audric, delegando parte de su pensamiento en la IA, permitiendo que sea ella quien imagine lo que él, por sí solo, no habría podido imaginar.

Esa es la clave de su propuesta: no se trata de reemplazar al artista, sino de extender su campo de visión. La IA no es el fin, sino el medio para llegar a un lugar más profundo, más honesto y más inesperado. Por eso su obra nos interpela, no solo visualmente, sino también conceptualmente. Nos obliga a preguntarnos qué papel queremos jugar en esta nueva era creativa: ¿seguiremos viendo a la tecnología como una amenaza o aceptaremos su potencial para expandir nuestros propios límites?

Audric ha elegido lo segundo. Y lo ha hecho con una sensibilidad que nos recuerda que, incluso en un mundo gobernado por datos, lo humano sigue siendo el punto de partida. Pero ahora, con una diferencia fundamental: ese punto de partida ya no camina solo.

Este texto has sido redactado tomando como inspiración los argumentos del propio creador, donde he aportado mis propios conceptos y un análisis de su obra muy minucioso. Además ha sido revisado por GPT para perfeccionar la distribución. Descubre más sobre la opinión del creador y más imágenes en la versión impresa de creAtIva Magazine / Vol/6 – Mundos Futuros.

Etiquetas: , Last modified: 5 mayo, 2025