El Museo Guggenheim Bilbao acoge la exposición “Esther Ferrer. Espacios entrelazados”, una muestra compuesta por instalaciones inéditas de una de las artistas de referencia en el arte performativo en España. Desde el inicio de su carrera a finales de los años sesenta, Esther Ferrer desarrolla sus líneas de pensamiento a través de una gran variedad de formas y materiales y se convierte en una de las artistas pioneras de la performance, género que ella define como “el arte que combina el tiempo y el espacio con la presencia de un público que no es mero espectador, sino que si lo desea, puede participar en la acción”.
En 1967 Esther Ferrer empieza a participar en las actividades del grupo Zaj con Walter Marchetti, Ramón Barce y Juan Hidalgo, haciendo desde entonces del arte de acción su principal medio de expresión. A partir de 1970, paralelamente a sus colaboraciones con Zaj, retoma la realización de obras plásticas a través de fotografías intervenidas, instalaciones, cuadros y dibujos, basados en la serie de números primos, objetos o piezas sonoras. Su obra se inscribe en la corriente de arte minimalista y conceptual iniciada en la década de 1960, y toma de referencia a creadores como Stéphane Mallarmé, Georges Perec yJohn Cage, así como a los feminismos de aquel momento. Su trabajo con ZAJ continúa, con acciones muy directas hasta 1996, año en que se disuelve el grupo tras una exposición retrospectiva en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
A lo largo de su extensa carrera, Esther Ferrer ha participado en numerosos festivales de arte de acción, expuesto su obra en distintos museos y recibido diversos reconocimientos. En 1999 representa a España en la Bienal de Venecia, en 2008 obtiene el Premio Nacional de Artes Plásticas, en 2012 es distinguida con el Premio Gure Artea del Gobierno Vasco, en 2014 recibe el Premio MAV (Mujeres en las Artes Visuales), el Premio Velázquez de Artes Plásticas y el Premio Marie Claire de l’Art Contemporain.
Entre las obras que podemos ver se encuentra Entrada a una exposición (1990/2018) con la que Esther pretende que cada cual tome conciencia de su propia piel a partir del contacto con un elemento externo, en este caso la sensualidad de las plumas. Es una obra pensada con el objetivo de despertar sensaciones, estimular la receptividad del espectador y aumentar su capacidad de percepción, creando un estado de “alerta” placentero y un estímulo preparatorio para visitar el resto de la exposición.
En Las risas del mundo (1999/2018) utiliza el sonido orgánico, natural y efímero de la risa que se convierte en objeto artístico al ser expandido en el tiempo, ordenado en el espacio y dejado en manos del espectador el orden de su reproducción. Para ello, coloca una serie de dispositivos electrónicos suspendidos sobre distintos puntos de un gran mapamundi dispuesto en el suelo. Se trata de más de cuarenta tablets que muestran imágenes de bocas pertenecientes a personas de diferente edad, género y procedencia, y que reproducen el sonido de sus risas. Los archivos sonoros se activan a partir de la interactuación del público, puesto que se ponen en funcionamiento cada vez que un visitante se acerca, permitiendo celebrar lo que la artista denomina “conciertos de la risa” espontáneos. La instalación está concebida también para accionar de manera aleatoria la reproducción de grupos de risas, dependiendo de la ubicación de los visitantes sobre el mapa, permitiendo al público experimentar cómo las distintas culturas y lenguas modelan la risa de forma diferente.
En esta exposición se presentan dos instalaciones: una de la serie Instalaciones con sillas, de 1984, y otra de la serie Sillas suspendidas, de 2018, proyectos ambos que se materializan por vez primera en un espacio expositivo.
Esther Ferrer comenzó a trabajar en su serie Proyectos espaciales en los años setenta. Las instalaciones que se presentan en esta exposición corresponden a proyectos en dibujos o maquetas que datan desde 1990 hasta 2006, diseñadas por la artista mediante estructuras de cartón similares a las maquetas arquitectónicas.
“Nunca he tenido especial interés en llevar a cabo mis proyectos en un espacio físico a gran escala; si la maqueta funciona, para mí la obra está hecha. Si no puedo realizarla en un espacio real no pasa nada. Lo que me interesa es el proceso”.
Durante su proceso creativo, la artista fija los hilos en los distintos planos de la maqueta, midiendo distancias regulares entre los puntos de sujeción de los mismos, a fin de que, al colocarlos, parezcan líneas que atraviesan el espacio siguiendo esquemas geométricos. Sus infinitas variaciones son el motivo del carácter seriado de estas obras: variando solo pequeños detalles, como el número de hilos o la distancia entre ellos, se modifica por completo el planteamiento matemático de base y se consiguen infinidad de resultados diferentes.
Para estas instalaciones, Esther Ferrer emplea hilo, cable, elástico o cuerda, elementos todos ellos frágiles y cotidianos, y los dispone entre las paredes desnudas, el suelo y el techo, fijándolos mediante horquillas o clavos. De esta forma, interviene en el espacio con el mínimo de elementos, otorgándole unas características nuevas que modifican la percepción del espectador.
Ferrer somete estos elementos a un intenso rigor matemático, situando las horquillas de sujeción a diferentes intervalos, medidos para generar distintos ritmos, direcciones y retículas que alteran la percepción del espacio y su tránsito. Así, a través de ángulos que se quiebran o se pliegan en las esquinas, se generan formas geométricas. La artista reflexiona de este modo acerca del espacio: “En algunas instalaciones decido someterme a una norma -es una manera de eliminar en la medida de lo posible mi subjetividad- o a un sistema que yo decido -por ejemplo, la serie de los números primos-. Otras, por el contrario, las estructuro de forma aleatoria, dejándome guiar por una intuición que determina su ritmo”.
Fechas: Hasta el 10 de junio de 2018
Lugar: Guggenheim, Bilbao
Imágenes:
1- Esther Ferrer. Serie Sillas suspendidas, 2000/2018. Pintura negra, hilo blanco y silla de madera. Medidas de ubicación específica. Archivo Esther Ferrer © Esther Ferrer, VEGAP, Bilbao, 2018. Foto: Erika Ede
2- Esther Ferrer. Las risas del mundo, instalación, 1999/2018. 37 pantallas audiovisuales, estructuras metálicas y material vinílico. 4 x 12,70 x 6 m. Archivo Esther Ferrer. © Esther Ferrer, VEGAP, Bilbao, 2018. Foto: Erika Ede
3- Esther Ferrer. Instalación con elementos eléctricos, mediados años 80/2018. Cable de acero, discos de aislamiento de cristal de torres eléctricas y material de desecho eléctrico. Medidas de ubicación específica. Archivo Esther Ferrer © Esther Ferrer, VEGAP, Bilbao, 2018. Foto: Erika Ede