En tiempos de aceleración digital, donde el presente se disuelve en pantallas y algoritmos, el artista Julien Bonet nos invita a detenernos y mirar hacia atrás… o quizás hacia adelante, con los ojos bien abiertos. Su serie, inspirada en las mascaradas de invierno europeas, se presenta como una poderosa arqueología de lo simbólico: una exploración visual de aquellos rituales que alguna vez conectaron a las comunidades con la naturaleza, con lo cíclico, con lo inexplicable.

Estas celebraciones —como las que aún perviven en el centro de Europa o en los rincones más profundos de Asturias, donde resido— son más que folclore. Son restos vivos de antiguas cosmovisiones. Me resulta inevitable pensar en las festividades celtas de Beltaine y Samhain, momentos de paso entre estaciones, entre mundos, entre lo que se deja atrás y lo que comienza. A día de hoy, todavía es posible intuir su huella en algunos pueblos asturianos, donde los rituales del fuego, la máscara y la colectividad subsisten como ecos resistentes de un tiempo otrora.
La propuesta de Bonet no documenta estas tradiciones. Las proyecta. Las descompone y recompone en un lenguaje nuevo, alimentado por inteligencia artificial. En lugar de utilizar la IA como herramienta imitativa, la convierte en una cámara del tiempo. Una máquina capaz de capturar lo que no existió, pero pudo haber existido. O que quizá está por venir.
Cada imagen es el resultado de un proceso minucioso y paciente —miles de generaciones, afinaciones técnicas y un control casi absoluto sobre el estilo— en el que Bonet prescinde de referencias artísticas externas para permitir que la idea surja en su estado más puro. El resultado es una iconografía inquietante, híbrida, que tensiona lo primitivo y lo futuro, lo tribal y lo biotecnológico. Figuras enmascaradas que parecen salir de un sueño lúcido, de una distopía ritual, de una tierra que nunca fue y, sin embargo, sentimos familiar.
Este gesto abre una pregunta apasionante: ¿las tradiciones están condenadas a desaparecer, o pueden reinventarse a través de nuevos lenguajes visuales? ¿Puede una imagen generada por IA cumplir la misma función emocional, social y simbólica que cumplían aquellos rituales de fuego y ceniza, de pieles y tambores?
Lejos de ser un ejercicio de nostalgia, Bonet construye mitologías contemporáneas. Su obra no se ancla en la réplica ni en la estética de lo vintage. Habla del presente desde el presente, pero abriendo una grieta hacia lo mítico. En este sentido, su trabajo nos interpela como espectadores: ¿cuáles serán nuestros nuevos ritos? ¿Qué papel jugará la tecnología en la construcción de futuros imaginarios colectivos?
Quizá, como sugiere Bonet, las festividades no mueren: mutan. La máscara ya no es de madera, sino de datos. El demonio que acecha no está en el bosque, sino en nuestros sistemas. Y el fuego que arde ya no es físico, sino simbólico: la chispa que puede encender nuevas formas de pertenencia, nuevas maneras de celebrar lo común en un mundo cada vez más fragmentado.
Frente al simulacro y el espectáculo vacío que muchas festividades globalizadas han acabado por representar, Julien Bonet nos recuerda que el ritual, en su esencia, sigue siendo necesario. Solo hace falta mirarlo con otros ojos. O generarlo con otras herramientas.
Este texto has sido redactado tomando como inspiración los argumentos del creador, donde he aportado mis propios conceptos y un análisis de su obra muy minucioso. Además ha sido revisado por GPT para perfeccionar la distribución. Descubre más sobre la opinión del creador y más imágenes en la versión impresa de creAtIva Magazine / Vol/6 – Mundos Futuros.