‘’Sin embargo, el vacío está presumiblemente hermanado con el carácter peculiar del lugar y, por ello, no es un echar en falta, sino un producir. […] En la corporeización plástica el vacío juega a la manera de un instituir que busca y proyecta lugares’’.
Martin Heidegger. El arte y el espacio. 1969. Traducción de Jesús Adrián Escudero para la edición en español de la editorial Herder, 2009.

Sin lugar a duda, la colaboración con el escultor Eduardo Chillida llevó al filósofo Martin Heidegger a reflexionar de manera importante sobre la noción de vacío en la plástica —en alemán, el término plástica quiere decir ‘’actividad que da forma a una masa’’, como bien aclaran las notas del traductor de El arte y el espacio, Jesús Adrián Escudero—. Para Heidegger, la noción de vacío tiene la misma importancia que la idea de lleno, de hecho, el vacío es capaz de producir, de construir un lugar. Un lugar nuevo, diferente y diferenciado de todo lo que existe alrededor, pues, siguiendo al teórico Miles Groth en su interpretación del texto heideggeriano, ‘’el espacio artístico no está ahí en un inicio, vacío, esperando ser llenado por algún material (hierro, piedra o madera, por ejemplo) y en cierto sentido consumado. No. El espacio que una figura plástica ocupa es creado por el artista’’ (Miles Groth, Arte y vacío: espacio y lugar en Heidegger y Chillida, Thémata, 2018).
En la línea de estas reflexiones, que ya vienen de lejos porque se consolidaron en las vanguardias artísticas del siglo XX —tratándose justamente Eduardo Chillida de un gran exponente de la trascendencia del vacío en la praxis escultórica—, el artista Manuel Martí Moreno (Valencia, 1979) trabaja una serie de obras, muchas de estas enmarcadas en la serie La fugacidad de la existencia, la cual quiebra el volumen escultórico tradicional, pues, según Heidegger, ‘’[l]o denominado con la palabra «volumen», cuyo significado es tan antiguo como la moderna ciencia técnica de la naturaleza, debería perder su nombre’’ (Martin Heidegger, El arte y el espacio, 1969).

Para Martí, la plástica significa, en esencia, trabajar la materia para concebir esculturas, pero no maneja la masa —recordando a Heidegger— como algo homogéneo, pues suele emplear materiales que son independientes entre sí. En su estrategia de anular el volumen convencional en la serie La fugacidad de la existencia y en otras piezas emparentadas a nivel material y técnico, Martí apuesta por la soldadura de elementos metálicos, al estilo de tuercas y varillas corrugadas, además de usar ocasionalmente mallas para crear un efecto ilusionista —en su arte figurativo— y tridimensional —en su arte abstracto—, entre otros recursos. De este modo, la escultura definitiva está caracterizada por tener una corporeidad leve, llena de oquedades que están dadas por los propios materiales o bien soldándolos para que la obra tenga esa apariencia hueca. Sus piezas caladas rompen con los conceptos de macicez y solidez que caracterizan de manera tradicional a la escultura, a pesar de que los materiales utilizados son realmente robustos, pero no lo aparentan dada su disposición. Además, llama la atención cómo las formas originadas normalmente no están cerradas, creando composiciones que siempre se abren por alguna parte, fundiéndose con el resto del espacio. Porque estas conforman el lugar artístico, junto a los vacíos que engendran; un espacio nuevo nacido de la obra de arte.

En el caso de Martí, la idea de vacío en la escultura resulta crucial. Por un lado, el vacío edifica una parte de la pieza, revelando una manera novedosa de concebir la escultura basándose en lo que no hay y que, a su vez, es capaz de producir. Asimismo, para este autor, vacío y fugacidad vital son sinónimos. Así, Martí tiende a cultivar la estatuaria desde un punto de vista en el que la forma no solo debe crear cavidades, sino que también tiene la función de presentar una imagen superficialmente inacabada. Aludiendo metafóricamente a la vida, la escultura nunca se cierra sobre sí misma, ya que, como un proceso vital, se cimenta con el paso del tiempo. Aunque las esculturas del artista valenciano no sean modificables una vez terminadas, ni tampoco presenten movilidad, sí que quieren transmitir la noción del acontecer vital, de lo dinámico y lo efímero de la existencia. Gracias a su presencia inconclusa y especialmente a la soldadura de materiales grosso modo ligeros y de dimensiones más bien reducidas, recuerdan a la finitud del soma, a su fragilidad, pero igualmente a la permanencia de la psique. En este aspecto, el vacío intencionado posee el valor simbólico de mostrar lo que no se ve; la mente, el mundo abstracto, que consigue trascender —idealmente— frente a la corruptibilidad del cuerpo. En otras ocasiones, las obras de Martí incorporan luz que emerge desde dentro hacia fuera de la escultura, remitiendo también a la noción de transcendencia—de la psique—, pero aquí ya en clave absoluta, pues no solo va más allá del plano existencial, de la memoria que la otredad y la posterioridad tengan de cada persona. En este caso, se relaciona más con la idea de trascendencia personal impuesta sobre todo lo demás, no sin un claro toque místico: ‘’Es la extinción en el Verdadero en el instante de la Teofanía esencial que sobreviene bajo el efecto de las Glorias sublimes que lo consumen todo’’, aseguró el pensador Muhammad al-Gurgani en Kitab al-Tarifat, siglos XIV-XV.
Actualmente, Manuel Martí Moreno se encuentra exponiendo en la muestra colectiva ARJÉ: a la búsqueda del elemento primordial junto a los artistas Vicente Gómez y David Sánchez bajo el comisariado de Lidón Sancho en EST_ART Space, Alcobendas.
Imágenes cortesía del artista.