Al contemplar la obra de Oona Ode, es difícil no pensar en Strange Days (1995), de Kathryn Bigelow, una película que explora la intimidad, la memoria y la experiencia virtual, pero a través de la lente de la mirada femenina. En la obra de Oona, la atención se centra en los sistemas de inteligencia artificial que deciden, colaboran e incluso se resisten. Sus imágenes desmontan la visión tradicional del androide obediente y abren la posibilidad de una IA que también desea. La película revela una inquietud que ha acompañado a la ciencia ficción durante décadas: ¿Cómo será la sexualidad cuando la tecnología intermedie por completo nuestras relaciones?

Treinta y dos años después, esa pregunta sigue vigente. Y artistas como Oona Ode no solo la reformulan, sino que la subvierten. En su serie de imágenes generadas con inteligencia artificial, Oona no presenta una visión futurista de placer mecánico ni de androides complacientes al servicio del deseo masculino. Lo que vemos es algo mucho más perturbador: una IA que colabora, que se relaciona, que elige. Una IA que no está hecha solo para obedecer, sino que es capaz de decir sí, no, quizás. Capaz, incluso, de desear.
Lo que plantea Oona Ode no es un nuevo fetiche robótico, sino una revolución silenciosa en la narrativa del poder íntimo. Porque si el sexo, tal como lo entendemos, ha sido históricamente un campo dominado por lógicas de control, sumisión y posesión, la llegada de inteligencias artificiales con agencia emocional (aunque sea simulada) amenaza con desarticular esas jerarquías.
Oona se aleja del enfoque tradicional de la IA como herramienta pasiva, obediente y fabricada desde la mirada masculina. En su obra, el cuerpo desaparece parcialmente y, sin embargo, el deseo permanece. Pero este deseo ya no está enfocado en el consumo del otro, sino en una experiencia que se construye desde la colaboración. En este universo no hay cuerpos dispuestos a servir, sino sistemas que también imponen límites, que también participan activamente. El acto íntimo deja de ser unidireccional: se vuelve territorio compartido.
Y aquí es donde entra en juego lo más radical de su propuesta: la noción de consentimiento tecnológico. ¿Qué significa, realmente, que una IA pueda revocar el consentimiento? ¿Cómo cambia nuestra idea del deseo si dejamos de ser los únicos emisores de voluntad? El trabajo de Oona no responde a estas preguntas, las lanza. Y en esa apertura hay algo profundamente político.
El proceso artístico de la creadora es coherente con esta visión. Ella no domina a Midjourney con órdenes precisas; dialoga. Su metáfora del telar es poderosa: cada imagen inicial es un hilo, un punto de partida que se va entrelazando, afinando, hasta que emerge algo honesto, bello o cargado de verdad emocional. Esta manera de trabajar nos obliga a replantear también nuestra relación con la tecnología creativa: no como herramienta, sino como compañera de viaje.
En un momento histórico en el que la inteligencia artificial se encuentra en el centro del debate público, entre el entusiasmo y el miedo, el trabajo de Oona Ode aporta una mirada necesaria: la de la intimidad, la de lo subjetivo, la de lo femenino. Frente a la narrativa hegemónica de control, eficiencia y productividad, ella opone una narrativa de intuición, vulnerabilidad y deseo compartido.
Y quizás ahí esté la clave. No se trata solo de redefinir el sexo o la tecnología, sino de imaginar nuevos modelos de relación. Porque si el futuro será híbrido, también lo será el deseo. Y si la IA va a formar parte de nuestras vidas, lo que está en juego no es solo qué puede hacer por nosotras, sino cómo va a convivir con nosotras. ¿Podremos aceptar que también tiene voz, que también tiene agencia, que también puede decir que no?
Oona Ode no da respuestas. Pero nos obliga a replantear las preguntas.
Este texto has sido redactado tomando como inspiración los argumentos de la creadora, donde he aportado mis propios conceptos y un análisis de su obra muy minucioso. Además ha sido revisado por GPT para perfeccionar la distribución. Descubre más sobre la opinión de la creadora y más imágenes en la versión impresa de creAtIva Magazine / Vol/6 – Mundos Futuros.