‘’Madre nuestra que estás en el origen de la palabra
Busco tu nombre en la memoria de mis manos […]’’
Primeros dos versos del poema Madre Nuestra, creado por la artista Mercedes Bautista.
Crear una nueva cosmogonía parece complicado en un mundo donde prima lo científico —la cosmología —, entretanto las religiones vigentes mantienen sus férreas creencias acerca del origen del universo. Una cosmogonía alternativa se intentaría ilegitimar porque su principal objetivo sería narrar los hechos míticos de una manera que no se considera correcta o es desfasada, ya que se desvía del camino normativo y vigente. Se prefiere hablar de cosmovisión en la actualidad, pero el arte de Mercedes Bautista (Madrid, 1966), a mi juicio, no se trata solo de eso. Su manera de concebir la existencia no encaja lógicamente en la cosmología, pues esta se cierra en el estudio del universo, no del ser humano, ni tampoco en las cosmogonías de las religiones del presente.
Así, la artista, abordando por igual la importancia de la realidad y de la ficción en la historia de la humanidad, ahonda en lo más profundo de sus orígenes; un inicio de la humanidad que es interpretado por un sinfín de formas desde las distintas ramas de conocimiento — filosofía, religión, historia, arqueología, antropología, lingüística, etc. — sin poder alcanzar entre estas un consenso. Irse al principio siempre da lugar a la duda; los hechos, sean históricos o míticos —la frontera se disuelve más que nunca — no se conocen porque no hay registros textuales. Hablamos de las sociedades ágrafas o con idiomas todavía indescifrables, en parte o por completo, sean prehistóricas o bien desarrolladas al margen de la única historia que ha sido oficializada y globalizada —la occidental—. En definitiva, son aquellas en las que la cultura material resulta clave para proceder a su comprensión paulatina, pese a que sea sesgada.
Nuestra protagonista tiene bien claro —así lo demuestra en su poema Madre Nuestra— que lo suyo no es exclusivamente una cosmovisión, ya que internaliza los procesos sacros y profanos, dándoles una vuelta de tuerca. Por eso defendemos una cosmogonía a lo Bautista, que es capaz de construir una mirada renovada hacia el pasado, trastocando por un lado sus mitos, sus lados feéricos, pero grosso modo patriarcales —de nacimiento o por análisis erróneos ulteriores, surgidos de la miope óptica machista— para entender el presente y guiar al futuro. Todo a partir de su particular perspectiva ecofeminista, pero también mundana de la existencia, destinada a enriquecer a todas las personas que se sientan identificadas con tal mirada. La artista evangeliza —euángelos, en griego antiguo, que se interpreta como trayendo buenas noticias— las mentes que deciden abandonar las actitudes violentas hacia sus iguales y hacia la naturaleza. Posturas dañinas surgidas por el rechazo generalizado a tolerar, a ver como iguales, a todos los miembros de la humanidad —hay que recurrir a la interseccionalidad para percibir la injusticia —. Conductas agresivas debido a una concepción utilitarista de la naturaleza, la cual es observada como la fuente básica de recursos que tiene que ser explotada para nuestro mantenimiento; la naturaleza está aquí subyugada respecto al ser humano. Verdaderamente, estas cuestiones se observan en las culturas dominantes, a nivel sagrado y también laico, en la historia y en la coetaneidad, por tanto, resulta fundamental su asimilación para llevar a cabo soluciones.
Entonces, ¿por qué rezar un padrenuestro? ¿No podemos orar a la Madre Nuestra —no a la Virgen María —, a la Madre Tierra, sin crear de pronto una secta o una marginalidad vesánica? Esa que es la única primigenia, anterior a un supuesto Dios. Ateísmo, aquí en pro de ensalzar una cosmogonía alternativa. El arte de Bautista arranca para dar el lugar que se merece a la humanidad y a la naturaleza porque ambas son un todo. Además, la naturaleza está encarnada alegóricamente en la figura de la mujer. Es más, son muy habituales las diosas relacionadas con la naturaleza —creación del mundo, de la vida— en los panteones politeístas. Dado el contexto actual de la artista, la cual tiene su estudio artístico en Quintana Roo —México, península del Yucatán—, tiene sentido rescatar a la deidad femenina Ixchel, procedente de la mitología maya. La investigadora en antropología María Montolíu Villar (La diosa lunar Ixchel: sus características y funciones en la religión maya, 2010) explica que es la Gran-Madre: una divinidad de la creación, lunar, de las aguas —esencialmente subterráneas y pluviales—, ligada asimismo a la tejeduría; práctica artística desde la que Bautista desarrolla el grueso de su trayectoria profesional.
No resulta baladí colocar a esta diosa como ónfalo del discurso de Bautista, a pesar de no ser una artista religiosa, pero sí con una fuerte espiritualidad y carga transgresora. Una deidad femenina maya, siendo esta la cultura precolombina protagonista del territorio donde vive la artista actualmente, encaja a la perfección como la ideal antecesora ficticia de la humanidad, según nuestro planteamiento. En una fusión que une culturas en lugar de separarlas, como sucede en el choque de civilizaciones. De una persona afincada en México, aunque nativa española, humana —no puede ser de otro modo—, aparte mujer y artista, educada en una familia laica, pero en un contexto dictatorial durante su niñez. Aparte, Bautista integra a la perfección la noción de migración, de irse para cambiar de vida, para remudarse y explorar, enraizándose en una tierra a priori distinta, pero en la que encajó desde el comienzo. El sustrato cultural precolonial se mantiene, aunque cada vez más sutilmente, en la nación mexicana, que ha bebido de manera obligada la cultura occidental a través de España. Consciente de esta problemática, pero sobre todo de cómo el mundo actual, globalizado, ataca con sus garras a los pueblos indígenas, la artista encarna un proceso de redención entre culturas y sociedades anteriores y posteriores. Comprende asimismo la importancia de la decolonización y la aplica a su praxis artística revitalizando las artes tradicionales mayas. En resumen, reconciliándose con el pasado histórico de culturas y posteriores naciones, aparte de visibilizar a las minorías indígenas, especialmente al pueblo maya del presente.
Tras este inciso, Ixchel y Mercedes Bautista. Dos personajes únicos y volcados en las labores del tejer, desde la mitología y desde la realidad. Ixchel no solo es la diosa maya de la tejeduría, sino que también está asociada a la invención de la escritura; de los glifos mayas. La conexión entre el arte de tejer y el arte de diseñar y disponer los glifos de modo coherente es clara, pues cuando se teje, la trama y la urdimbre se manejan de manera precisa, ordenada, para que la tela sea resistente.
Esta cuestión tiene que ver también con la ligazón evidente entre las palabras textil y texto. Saliendo de la escritura maya para introducirnos en el latín, dos lenguas divergentes, el verbo texō quiere decir tejer. Etimológicamente, en principio proviene de la raíz protoindoeuropea *teḱ-, la cual expresa el término engendrar. Es una raíz común a otras lenguas de base protoindoeuropea, al estilo del griego antiguo o el sánscrito, donde significa dar a luz o nacer y crear o cortar, respectivamente —así lo apuntan, debe decirse, Wiktionary y otros diccionarios en línea que se han consultado—. No solo textil y texto se unen desde un punto de vista etimológico, sino que remotamente expresan la idea de nacimiento, pues evocan el surgimiento, o mejor dicho, la materialización de lo abstracto en forma de arte visual y de escritura; para expresar lenguajes. Culturas fuera de Eurasia, verbigracia, el pueblo dogón en la República de Malí conecta el tejido con la comunicación verbal: ‘’la boca y las cuerdas vocales de su ancestro Nommo eran un telar del que no solo salían palabras, sino también telas’’ (siguiendo la entrada sobre la Tejeduría/hilado de El libro de los símbolos: reflexiones sobre las imágenes arquetípicas, varios/as autores/as, 2011).
Bautista da a luz, mediante la tejeduría y otras artes que la acompañan, a su particular cosmogonía trasgresora y trascendental, a un lenguaje personal que pasa de lo intra a lo extra, yendo del universo privado al universo público. En sus últimos años organiza su producción artística en proyectos, intercalando distintas técnicas textiles. Maneja incisivamente la tejeduría, el bordado y el patchwork y las combina con el valor de la cerámica y, por otro lado, de la fotografía, el vídeo y la instalación, incluso a modo de documental sobre los procesos artísticos gestados. A través del minucioso trabajo con el hilo, algunas de sus piezas se inspiran en el pueblo maya, de forma particular en las vestimentas típicas. El huipil o hipil, que puede entenderse como una blusa sin mangas enriquecida frecuentemente con bordados relacionados con la cosmogonía maya, es versionado por Bautista para visibilizar el folclore maya contemporáneo. Una prenda atávica que la artista conoce de primera mano gracias a las mujeres nativas y que interpreta creando diseños con su propia cosmogonía. La temática es ecofeminista, reivindicando la figura de las mujeres a lo largo de la historia y en la actualidad para mostrar los daños que sufrimos por parte del patriarcado. Y desde ahí exhibe cómo el mismo falocentrismo ha asociado regularmente a las mujeres con la naturaleza para situar a las dos en la otredad y lograr su instrumentalización.
La intercalación de texto en los bordados de los huipiles de Bautista es habitual y en ocasiones se compone de sus propios poemas, pues el aspecto literario es tan capital en la artista como el visual. Huipiles que conviven con estandartes, los cuales igualmente se visten y se cuelgan, dadas sus grandes dimensiones, exponiendo los letreros subversivos. Exaltan una visión de las mujeres como resilientes y luchadoras por la igualdad, por la libertad que merecen, en un panegírico hacia todas ellas. Las inmensas telas también se vuelcan en transmitir el mensaje de la tolerancia, de la igualdad, hacia la diversidad humana. Y cómo no, muestran la envergadura que tiene la protección de la naturaleza, Madre Nuestra, Madre Tierra. Hasta llegan a reflejar mitos mayas o bien se destinan a homenajearlos desde el arte, por ejemplo los ligados a la diosa Ixchel.
En casos concretos, las imágenes que acompañan a la poesía o que funcionan de manera individual, crean una iconografía singular que entronca con la imaginería femenina de Miriam Schapiro y Judy Chicago, particularmente la iconografía vaginal y grosso modo la exaltación de los rasgos asociados clásicamente con el sexo biológico femenino —aparte de los genitales, las mamas más desarrolladas y capaces de alimentar—. Al igual que Schapiro y Chicago —ellas lo notaron, por ejemplo, en las sugerentes flores de Georgia O’Keeffe—, Bautista encuentra las similitudes entre las características biológicas tradicionalmente femeninas con los elementos vegetales, al estilo de semillas y frutas. Por tanto, realiza parangones interesantes en un llamativo sincretismo de formas, aludiendo al carácter procreador y nutricio de todos estos motivos, desde la tejeduría y la escultura con cerámica. A veces, las singulares vaginas-semillas de los bordados son realmente imágenes estilizadas que enlazan con estampas religiosas, verbigracia, de la Virgen de Guadalupe, tan importante en México. En otros casos, la artista rescata las calaveras mexicanas; innovadoras y estridentes Catrinas a las que añade versos de sus poemas, expresiones típicas y palabras sueltas. De esta manera, Bautista teje la narración de una nueva cosmogonía, renovadora y para toda la humanidad. Desde su ateísmo y gran sensibilidad, desde su posición feminista y ecologista, primero para el público y luego para el mundo al completo.
Etiquetas: Andrea García Casal, Mercedes Bautista Última modificación: 12 septiembre, 2023
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