Esta semana en Detector de Artistas nos acercamos al trabajo de Álvaro Aroca, artista que no deja indiferente a nadie. Charlamos con él sobre su manera de entender el arte y las experiencias que le ha brindado la práctica artística.
Para entender la manera de sentir el arte y comprender el trabajo de cualquier artista es necesario saber el significado que le otorga al Arte. En el caso de Álvaro Aroca nos explica: «Una forma de vida. Un portal que traspasa fronteras sensibles y convive con el mercado, la precariedad, las dolencias vitales, el privilegio de pocos y el goce de muchos. La investigación como un proceso creativo, me guía por un aprendizaje que cuestiona cada día lo establecido, como respuesta de vida. Ahora bien, la experiencia estética es capaz de hacer visible lo invisible, de darle voz al que no tiene y llevarnos a mundos donde podemos tomar conciencia de ciertas cosas. No es fácil. Es un trabajo de reflexión muy profundo y autoconocimiento desde la auto determinación para proyectar la conciencia de mí ser colonizado en mi entorno y experimentar la interacción con la naturaleza desde su construcción ideológica. Es un prisma que estimula mi práctica artística y me ha llevado a desarrollar proyectos que hablan de esa naturaleza que necesita despertar del ser colonial.
¿Cómo llegaste a encontrar tu camino como artista?¿Cómo fueron tus primeros pasos?
Soy artista y sobreviviente. Comencé con estudios independientes de manera autodidacta en Chile cuando tenía 17 años. Estudie Ingeniería y paralelamente me forme en diferentes prácticas artísticas. Mi acercamiento al arte lo hago inicialmente desde el dibujo, la pintura y el pastel que me intriga sobremanera en su capacidad que entrega de realizar formas y texturas emulando lo natural. Escenas de lo vivido en el campo del sur de Chile, caminatas de exploración y la mirada sobre lo rural desde lo prístina y familiar. Se construía de esa manera, la mirada crítica sobre las relaciones con la naturaleza. Agradezco la gran influencia en mi expansión y formación sensible, artística y técnica a la profesora de Arte y amiga Marianela Concha. El año 1999 tuve mi primera exposición individual en la Universidad del Bío-Bío, llamada “La Humana Naturaleza”. El año 2000 realizo mi primera exposición en una galería, titulada “Sueños” en la Galería de la Historia de Concepción en Chile. Durante el periodo de mis estudios de ingeniería en Chile, exploro la gestión cultural, el asociativismo y la producción artística se gesta desde lo íntimo, conformando de esta forma mis preocupaciones sobre el entorno natural y las implicancias con lo humano.
Si bien parte en Chile, mi necesidad de respuestas ante mis inquietudes artísticas, me llevan en 2011 a iniciar mis estudios de Master e Investigación y Creación en Arte en la Universidad del País Vasco, donde investigue sobre las relaciones del grabado y el cuerpo experimentando con tintas en base a sangre e iniciar mis preocupaciones por las intersecciones con lo natural y el cuerpo. En mis estudios de doctorado, finalizados en 2017, consolide las implicancias con la performance, desde la creación como investigación, la memoria etnográfica y el rito latinoamericano que condiciona mi práctica artística en la experimentación sobre mis relaciones entre el colonizador y ser colonizado. En 2019, realizo mi primera residencia en Ámsterdam, donde profundizo las implicancias entre el cuerpo natural y el pensamiento decolonial mediante el bordado y el frottage. Países Bajos se abre con exposiciones, galerías y residencias donde consolido un proceso vital con la producción de conocimiento desde la periferia. Exploro el ensayo, desde mi investigación doctoral, y en 2021 mi publicación, Espacios Ecoartísticos Utópicos. Hacia la reconstrucción de imaginarios donde conviven Arte y Naturaleza es ganadora del Concurso de ensayos, Pliegue y Territorio de la Corporación Chilena de Video y Artes Electrónicas. Praga, Estados Unidos, Corea del Sur, España, India y Chile se abren para recibir mis producciones de videoperfomances en diferentes festivales y bienales. Actualmente, en 2024, expongo en Centro Argentino de Arte Textil, donde obtengo el segundo premio del Salón de Videoperformance Textil en Buenos Aires.
¿Sobre qué temáticas sueles trabajar?
El cuerpo, la memoria y el entorno se reproducen de manera transversal. Mi conformación colonial, requiere entender el ser que soy y represento. Ahora bien, en este momento mi investigación artística toma el giro decolonial, como base estructural para repensar las relaciones con el entorno y mi piel. El cuerpo como imaginario construido y las relaciones de poder, son el punto de inicio para piezas realizadas en torno al videoarte. La tela, como interfaz entre mi cuerpo y la memoria natural es una pieza fundamental para reconfigurar y recuperar el olvido y el borramiento. Y es así como el bordado, como medio de recuperación de los recuerdos naturales, es un proceso vital. Tanto en Chile como en otros países de Latinoamérica, en términos identitarios, la relación entre arte y Naturaleza ha sido protagonizada por un imaginario hegemónico, desde una perspectiva colonial y geopolítica. Por tal motivo existe una generación de artistas, donde me incluyo, que están abocados a tratar temas sobre la identidad y sus relaciones de poder. La construcción de la realidad tiene el sesgo europeo y blanco, por lo que debemos buscar otras maneras de experimentar y sentir lo que nos rodea, ya que no vemos la realidad con nuestros ojos, sino que es la mirada de la colonialidad proyectada a través de nosotros.
¿De tu trabajo qué acción destacarías?
La performance ha expandido mi practica artístico desde lo procesual, llevándome a espacios mentales donde he podido experimentar desde lo más profundo de mis geografías sensibles. En este sentido Quinchahue, que en mapuzungun, lengua indígena del sur de Chile, significa “un lugar donde se unen dos cosas”, fue un trabajo que incluyó la perfomance, el grabado con sangre, el embalsamiento de piezas pirograbas y video. Fue una investigación que duro más de tres años y fue parte de mi proyecto doctoral en País Vasco. Descubrí, gracias a Quinchahue las relaciones más profundas entre la creación, ciencia y la investigación. Trabaje en conjunto con la Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco para experimentar el cuerpo como espacio y su conexión con el conocimiento científico occidental. Ahora bien, soy un convencido de que las temporalidades en el arte no existen, por lo cual algunas piezas textiles siguen siendo parte de otras activaciones perfomativas que dan otra perspectiva a mi proceso artístico y que enfrentan un pasado sensitivo. Las piezas de este proyecto, fueron expuestas en diferentes lugares de España, viajando finalmente a Chile para ser parte de su exposición final y la pieza principal, una cabeza de cerdo embalsamada y pirograbada fue quemada en la precordillera de los Andes.
¿Puedes adelantarnos algo de tus próximos proyectos?
Actualmente, estoy desarrollando una investigación en torno a la cuestión de la antropometría de lo natural y del recuerdo natural. Como dimensionar lo que no está, el cuerpo natural como lugar/espacio sensible del pasado. Si bien, es una ciencia que se enfoca en el estudio de las dimensiones y formas del cuerpo, lo expando a lo natural como exorcización del proceso científico y su relación que ha tenido con el origen de la racialización en su inicio, e incluso su relación con la craneometría. Es repensar la piel del territorio para reflexionar como lo natural se construye como espacio habitado por lo otro. La investigación, se enmarca dentro de las tecnologías del sentir no colonial. Desde un trabajo más científico pretendo desdibujar lo vegetal para empezar a acercarme a las proyecciones de lo animal, desde la especulación corpórea, como seres que nacen en lo orgánico y que contribuirán a la conformación del futuro natural.
