dEmo: “El arte para mi es una pregunta”

by • 7 octubre, 2022 • Artist Interviews, Entrevistas, La ComarcaComments (0)775

¿Quién no conoce a dEmo? No le conoce el que no le quiere conocer. Hablamos de un artista, especialmente de un escultor, que figura entre los más originales y persistentes de cuantos existen en la geografía española. Es, sin duda, uno de los creadores españoles que, con mayor celeridad, ha logrado asentar un crédito de prestigio en la escena internacional del arte. Podría decirse que es una suerte de INTRUSO y una especie de gladiador que libra sus batallas en el ámbito de la calle. Y lo es porque no ha habido un espacio que se le resista, una ciudad a la que no haya llegado su obra, un muro que no haya sido capaz de saltar. Sus únicas barreras han sido la ceguera administrativa y la ignorancia de quienes tratan con un material sensible como lo es la cultura, sin saber de qué va la historia. Sin embargo, sus respuestas y acciones le salvan de la mediocridad reinante.

© dEmo

Sin lugar a dudas, el arma más poderosa de este artista es el humor y la mayor virtud de su obra es que en ella se da un inteligentísimo proceso de fetichización de lo doméstico y de lo ordinario elevado a categoría cultural. Conozco a muy pocos artistas que sean capaces de administrar tantas audiencias y salir airoso -siempre- de esa gestión. La propuesta de dEmo se emplaza en ese umbral del gusto que afecta a todos por igual. Desde el público más exigente y honesto que es el infantil hasta el público más adulto, la obra gusta por igual a todos. Y esto no quiere decir, en modo alguno, que la ingenuidad sea condición per se de su relato. Al contrario de lo que muchos creen saber, su obra maneja, con una destreza envidiable, los recursos del doble sentido y las estrategias de la persuasión. dEmo es un tipo en extremo inteligente y audaz. Sabe, y mucho, que el valor del arte y su eficacia social no se discuten ya en la alta esfera definida por un grupo de académicos apoltronados en sus respectivos bunkers. El artista es consciente de que es en el contrato social favorable y en el capital de relaciones afectivas y rentables, donde, en verdad, la propuesta artística se granjea su posibilidad de ser.

© dEmo

Su abecedario visual resulta desde todo punto de vista inconfundible. La estética pop, el mundo de la moda y de la industria en su sentido más lapso, le han servido de base para la articulación de una voz propia que invade -con desfachatez y mucha guasa- cualquier espacio (artístico o no) de la geografía global. dEmo es, en puridad, un artista competente y oportuno. Sabe escoger el momento y jerarquizar sus oportunidades. El buen carácter y su eterna sonrisa le han hecho disfrutar de grandes cuotas de afecto. Entre la aprobación social y el efectismo hedonista de su obra, logra moverse como pez en el agua. De ahí que su presencia sea expansiva sin tener por ello que resultar avasallante. Una legión de osos multicolores, patos que alcanzan dimensiones insospechadas, buzos blancos inquietantes y espectrales, flores enormes, rinocerontes enardecidos en su embestida, vacas de todos los tamaños y colores, cerdos, gatos y robots, “penetraron”, nunca mejor dicho, el centro de poder de la Institución-Arte española. Esa fue, sin duda, una de las operaciones más perversas y efectivas que consiguió llevar a cabo el artista frente a la ignorancia, arrogancia y miopía de unos cuantos galeristas. Fue así que, de repente, el crédito de prestigio y la legitimación acompañan desde entonces el nombre del artista. A contracorriente o no, gustosos o no, reticentes o no, tenemos que aceptar que se trata de uno de los artistas españoles más singulares, más originales y de mayor pegada internacional en estos momentos.

© dEmo

Aprovechamos esta nueva entrega de La comarca, para que nos cuente más sobre su trabajo, pero fundamentalmente sobre su posición frente al arte como acontecimiento cultural y social que descubre en la calle su espacio de mayor realización.

En una ocasión afirmaste que el arte es una pregunta, ¿por qué?

Creo que el arte siempre abre un interrogante. Da igual que lenguajes utilices para hacerlo. Da igual si es escultura, pintura, fotografía, performance, etc. Cuando se construye una obra desde la más absoluta honestidad y convencimiento, de una forma u otra, se propone una pregunta. Estas preguntas no tienen que ser todas de la misma naturaleza ni tienen porqué responder a las mismas demandas e intereses de todos los artistas. Mis preguntas, casi siempre, van dirigidas al momento y las circunstancias históricas en que vivimos, pero por encima de todo me interesa el ser humano, esa persona que de muchas maneras posibles va a interactuar con mis piezas. En este sentido mis esculturas públicas no son solo objetos que te encuentras al azar por la calle, son llamadas de atención, son una suerte de reclamo que hago. No busco llenar un espacio con ellas, intento que estas piezas hablen y cuenten una historia. Para mí es fundamental que la obra dialogue con el contexto y con su tiempo. Existen muchos prejuicios respecto de las obras que, como la mía, prestan mucha atención a lo lúdico y al color. Sin embargo, pienso que la alegría y el color son dos atributos del arte que cada vez se hacen más invisibles. Cuando expongo mis obras en la calle, cuando intervengo en las principales vías de cualquier ciudad del mundo, siento un regocijo enorme que no responde en modo alguno a las pataletas del ego más trivial, sino a la satisfacción consciente que producen en mí la alegría y la curiosidad que los otros manifiestan frente a mis piezas. Creo que el arte no solo es una pregunta, es también un acto de responsabilidad y de generosidad. Me gusta sentir que estoy ofreciendo algo a los otros. Me gusta saber que estoy legando algo a la historia de la cultura contemporánea.

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¿Por qué el arte urbano?

Creo mucho en el poder de la calle, en la voluntad de los seres humanos que la habitan. Creo en la ciudad como espacio político, social, cultural y antropológico. La ciudad, en sí misma, es un interrogante, es un reto permanente. Si te pones a pensar todo nace en la calle, es el epicentro de las tendencias, de los debates, de las barricadas, de las protestas, de las celebraciones, de las reivindicaciones sociales, de las luchas por los derechos civiles. La calle es, en definitiva, el lugar donde el arte tiene la posibilidad de suceder como un acontecimiento. Ser artista urbano es trabajar por y para la calle, desde su propio lenguaje que tiene que contener espontaneidad, transgresión, crítica social y vocación experimental. Cuando propones exposiciones o intervenciones en museos, siempre te dicen que hay que esperar de ocho a diez meses para valorar los proyectos. Todo está sujeto a unos protocolos extenuantes que muchas veces hacen malograr las propuestas y a veces el propio artista decide abandonar. La calle, sin embargo, te abre muchas puertas y te facilita conectar con su propia idea de urgencia y de sentido de la frescura que lleva implícita una obra de por sí efímera en su mensaje y que necesita del diálogo frontal con el público. El arte urbano es, por encima de cualquier digresión o especulación oportunista, un compromiso con la calle, con todo lo bueno y lo malo y lo descartable que puede haber en ella. Si me dieras a elegir entre el museo y la calle, me quedo con esta última. En la calle el arte vive.

© dEmo

¿Qué es la escultura para dEmo?

Siempre me ha desconcertado el enorme prejuicio que existe acerca de la escultura. Creo que en gran medida eso ocurre por el desconocimiento que la rodea con independencia de haber sido uno de los lenguajes artísticos más consecuente de la Historia del Arte. Para mí la escultura es un organismo, es una entidad autónoma que cobra sentido en su diálogo con los otros, es un cuerpo vivo, una suerte de guiño, es un eterno “presente continuo”. Son muchos los factores que determinan el valor y la permanencia de “lo escultórico”. Cuando produzco obra para el espacio público soy consciente de que mis piezas son, apenas, un apunte de color y de diversión dentro de una trama de situación que van a ser las que determinen el valor y la eficacia de estas mismas piezas. La escultura es un hecho y una condición; es, como afirmé antes, una gran interrogación. He conocido a muchos artistas que parecen actuar fuera de su tiempo, que producen obras que desde mi punto de vista resultan poco atractivas porque se centran en los valores tradicionales de la escultura sin apostar por un salto a lo contemporáneo, sin entender que la obra necesita debatirse en ese instante definido por el aquí y al ahora. Existe mucho conservadurismo entre los escultores, especialmente en España. Siento que en ocasiones se apela a los mismos recursos para hacer una obra y construir una carrera dentro de la institución-arte. Yo me hice en la calle, al calor de los sucesos, de los eventos sociales, de las demandas de la gente, de la felicidad y de las angustias. Creo que por esta razón mi obra conecta con el público. Mis esculturas, si te pones a pensar, son una suerte de INTRUSIONES en el espacio. Al intervenir en la calle, como lo hago, procuro conservar ese espíritu irreverente que nunca debe perder el arte.

© dEmo

¿Qué es el arte para dEmo?

No exagero si te digo que es una forma de vivir, aunque sería más exacto si te digo que es la única forma de vivir que conozco. Por el arte y en nombre del arte lo he apostado todo. Cuando digo todo es todo. El arte, al margen de sus consideraciones sociales y de lo que afirman los críticos e historiadores como tú, es un desvelo permanente. Muchos creen que ser artista es solo un acto de diversión, y puede que haya mucho de ello, pero el arte implica una gran responsabilidad y a ratos te supone muchos dolores de cabeza y angustias. El arte para mi es una infracción, un hecho que ocurre cuando la obra moviliza la opinión pública y genera alguna polémica. Se suele pensar que mis obras son inofensivas por el uso del color y las formas infantiles. Y nada más lejos de ello. Siempre he creído que no existe mayor infracción que la que propone el juego. Del mismo modo que siempre he pensado que la mayor transgresión es esa que el propio sistema del arte no advierte. Algún día debería escribir la historia de todas las polémicas y desavenencias que he debido asumir por el tipo de obra que hago.

Es difícil responder a la pregunta que me haces sin apelar a cuestiones emocionales y afectivas. Por esta razón debo también aclarar que desde pequeño tengo esa sensibilidad y es como respirar para mí. Sin el arte no sabría qué hacer, es una forma de libertad, una forma de expresión y un motor del pensamiento. Para mí la escultura es como un altavoz. Cuando hago instalaciones temporales y repito los osos y pongo la misma pieza en los mismos colores, cada vez quieren ver un oso de diferente color. Esto es como un altavoz que da la misma idea de forma multiplicada. Yo vivo a través de mis obras, ellas son una extensión de mí. Mis obras serán, sin discusión alguna, el legado que dejo, en forma de obsequio perverso, a mi época y a mi tiempo.

© dEmo

¿Cuál es para ti la cualidad más relevante de una obra?

El humor y la ironía. Toda mi obra basa su estrategia de sentido en el poder de estos dos recursos. No sería posible contar la historia de la cultura y de la civilización sin atender al humor y a la ironía como constantes del ser humano y como recursos de sobrevivencia frente a la hostilidad. Con la pandemia, la vida nos demostró lo vulnerable que somos, lo frágil que puede llegar a ser la existencia. Me sorprendió, que a pesar del drama, la gente no abandonó la ironía y el humor en redes sociales. De alguna manera era una forma de responder al dolor. La ironía y el humor son la base del buen arte. Cuando la obra goza de esas virtudes es cuando es capaz de traspasar su tiempo. Hay muchas cuestiones que resultan contextuales y que se limitan a un tiempo específico, pero piensa en esas otras que existen en cualquier circunstancia histórica y que nos rebasan todo el tiempo. Por ejemplo, la felicidad o el sufrimiento no pertenecen a un tiempo, son consecuencia lógica de la vida, configuran la propia ontología del ser. Esto mismo ocurre con el humor y la ironía. No quisiera parecer arrogante porque no lo soy, pero te puedo garantizar que no he producido ninguna obra que no juegue con ambos conceptos. Creo mucho en el valor de las aportaciones artísticas, en la responsabilidad de dejar un legado, en la voluntad conciliadora del arte, pero no creo nada en lo que la historia hará después con todo esto. Todos estamos expuestos al olvido o a la más radical y pomposa de las legitimaciones. Y como soy consciente de ello intento, en cada momento, disfrutar plenamente de lo que hago.

¿Alguna sugerencia para los lectores?

Que sean felices…

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