Esta semana en Woman Art House hemos conocido la obra de la artista japonesa Mari Katayama, todo un ejemplo de superación personal y ruptura de estereotipos. Si os perdisteis el hilo de Twitter, podéis verlo aquí.
Mari Katayama (Japón, 1987) utiliza su cuerpo y otros medios como la escultura textil y la fotografía para reflexionar sobre el concepto tradicional de belleza y cuestionarlo a través de su propia experiencia. La artista, que nació con hemimelia tibial, una enfermedad que le produjo malformaciones en la mano izquierda y en las piernas al impedir el desarrollo de las tibias, decidió, a la edad de 9 años, amputárselas para mejorar su calidad de vida: “Era elegir entre estar atada a una silla de ruedas el resto de mi vida o perder las piernas pero poder andar. Elegí andar.”
Desde muy joven empezó a sufrir bullying en el colegio y el instituto debido a su condición física, por lo que empezó a buscar formas de expresarse más allá de las palabras. Comenzó a radicalizar su forma de vestir, e incluso decoró sus prótesis como una forma de exteriorizar sus pensamientos y de buscar una identidad propia. Fue en este momento cuando comenzó a llevar a cabo sus primeras creaciones artísticas, aunque aún no tuvieran esa concepción, para las que usaba frutos, ramas, hojas, ropa usada, agujas e hilo: “Mi rabia, tristeza, felicidad, mis experiencias y mis recuerdos, todo era alimento para estos trabajos.” Una vez comenzó a tomar consciencia del carácter artístico de estos objetos, presentó sus prótesis como trabajo a la Bienal de Artistas Jóvenes de Gunma de 2005, en la que ganó la mención de honor.
Los objetos textiles son los elementos de mayor protagonismo dentro de su obra además de su propio cuerpo. La costura dentro de su trabajo tiene una gran importancia, como la tuvo en su vida. Recuerda hasta tres generaciones de mujeres de su familia continuamente cosiendo, adaptando su ropa a las prótesis que tenía que usar desde pequeña: “Aprendí a sostener aguja e hilo incluso antes que el lápiz. Coser se convirtió en una segunda naturaleza para mí, y la base de mi creación de objetos de arte”. La fotografía, sin embargo, comenzó como algo secundario. Su verdadera creación eran los objetos que fabricaba, y si quedaba contenta con el resultado, los fotografiaba a modo de archivo. La importancia del objeto o la escultura textil se hace visible desde sus primeros autorretratos que tomaba en su habitación, como en “In my room”, donde aparece acompañada de unas piernas de tela rellenas y adornadas con abalorios, como si fueran las suya propias. “Eran las piernas que había perdido, como me imaginaba que serían. Desde el primer momento me veía a mí misma como material para usar en mis trabajos”. Sin embargo, Mari Katayama no considera sus fotos como descripciones de ella misma, sino más bien como una interpretación de diferentes personalidades, una representación en la que juega a vivir otras vidas.
En 2012, ganó el Art Award Tokyu Marunouchi para jóvenes artistas con su instalación “High-heels” compuesta de dos autorretratos al fondo, acompañados de esculturas y objetos textiles que simulaban piernas y pies. En el primer retrato, figura la propia artista interpretando un personaje que lleva medias y unos pequeños zapatos de tacón en una habitación llena de ropa, cojines, libros y cajas, mientras que en el segundo aparece con la reconstrucción de sus piernas en un espacio similar. Partiendo de conceptos muy personales sobre el cuerpo, al artista conectaba varios periodos de su vida: recuerdos de la niñez, su vida actual y esperanza en el futuro.
Con el tiempo, el llamado “High-heel Project” comenzó a tomar un cariz social más allá de la obra artística. La artista había comenzado a dar forma a este proyecto en 2011 con la intención de poder llevar tacones en los shows nocturnos en los que actuaba como cantante. A través de su propia experiencia comenzó a reflexionar sobre los problemas a los que se enfrentaban las personas que utilizaban prótesis, que veían coartada su libertad de poder elegir el calzado que quisieran. En un principio, su intención era poder ponerse este calzado para sus actuaciones, pero mientras trabajaba en el proyecto se dio cuenta de que el estado de bienestar en Japón no tenía en cuenta la importancia de la vestimenta y no reconocía, por ejemplo, el poder que podrían tener ciertas prendas adaptadas para la independencia de las personas con discapacidad, para poder prescindir de la ayuda de terceros. Y lo que es más, “si la persona con discapacidad pudiera elegir la ropa a su gusto, la vestimenta podría ser un gran primer paso hacia su rehabilitación social y aumento de su independencia”. Con estas premisas en mente, Mari Katayama comenzó a llevar su proyecto por diferentes espacios, dando conferencias, cantando en escenarios, desfilando en pasarelas o mediante sesiones de fotos y organización de eventos.
En su obra investiga los conceptos de belleza, fragilidad, sensualidad, feminidad, vulnerabilidad y la obsesión social por las apariencias físicas a través de la caracterización de su propio cuerpo. En la obra “You’re mine” (2014), la artista posa reclinada sobre una cama, mirando desafiante a cámara, con un marcado carácter sensual. La pose, el vestuario y el maquillaje contribuyen a poner en jaque los ideales tradicionales de belleza. Fuera de la fotografía, un maniquí del cuerpo de la propia artista, también reclinado sobre una superficie, está recubierto por una “piel” de retazos de cuero sintético y rematado por una peluca y un espejo a modo de cara. Según Katayama “expresa la idea de que estar absorbiendo como una esponja elementos de las personas que se miran en el espejo”.
En un viaje a la isla de Naoshima en 2016 descubrió el Naoshima Onna Bunraku, un tradicional teatro japonés de marionetas que carecen de piernas, hecho que no les resta expresividad, gracias al movimiento de las manos de las mujeres (y solo mujeres) que las manejan. Katayama fotografió las manos de las marionetistas y las convirtió en figuras de trapo con las que hizo una sola pieza junto a la que se fotografió en la playa, como si se tratara de una criatura marina con múltiples tentáculos, dando lugar a la serie “Bystander”. Era la primera vez que otros cuerpos además del suyo entraban en escena. Su pose nos vuelve a remitir a los clásicos ideales de belleza representados por las Venus renacentistas.
En la serie más reciente “Cannot turn the clock back”, explora el reto de ser madre, y como su experiencia se antepone al discurso dominante de que las mujeres con discapacidades físicas que desean tener hijos son egoístas o poco realistas. Esta serie ofrece una emotiva reflexión sobre estos retos físicos y miedos a los que Katayama se enfrenta como madre y protectora de una nueva vida. Así como los recuerdos dolorosos de su propia niñez.
2019 ha sido un gran año para la artista. Además de participar con su obra en la Bienal de Venecia , su libro “Gift” fue reconocido como el fotolibro del año en la feria París Photo. Como su título implica, la artista celebra que ha sido agraciada y usa la fotografía para confrontar nuestras expectativas de belleza y cuerpo. “Cuando vi su trabajo por primera vez me impactó como nada que hubiera visto antes en fotografía, en cuanto a conmovedor, empoderante, valiente y pionero”, en palabras de la comisaria Amanda Maddox.
Si queréis saber más sobre esta increíble artista es imprescindible visitar su web donde tenéis acceso a todos sus trabajos. Es también muy interesante su charla TED en la que nos habla de su proyecto “High-heel”, y la conferencia que impartió en la University of Michigan Museum of Art.
Nos vemos la próxima semana con más artistas en #WomanArtHouse.
Etiquetas: Mari Katayama, WOMAN ART HOUSE Última modificación: 14 febrero, 2020